jueves, 20 de marzo de 2008

Estándar moral militar

¿Están los Profesionales Militares Atados a un Estándar Moral"Más Alto"?

Dr J. Carl Ficarrotta
El profesor Ficarrota es un profesor de filosofía de la Academia de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos.


Por mucho tiempo, siempre ha sido de conocimiento común que los profesionales están "sujetos a un estándar de moral más alto". Verdaderamente, es parte de la imagen que algunos en la sociedad en general tienen de la profesión. El sentimiento es particularmente prevalente dentro de las fuerzas armadas. La institución castrense se auto—representa como una que adopta expectativas mayores, inclusive si hay fallas morales infrecuentes (quizás inevitables). Hay códigos y adopciones públicas de un compromiso moral especial. Los comandantes exhortan a sus tropas a que sean buenas moralmente y las corrigen cuando no lo son. La capacitación militar está repleta de cursos sobre ética profesional. De hecho, desde arriba hacia abajo en la cadena de mando, parte del ambiente de la vida militar profesional son esas expectativas "más altas" y una creencia que de alguna manera, esta línea de trabajo es una que está saturada con un estatus moral especial, problemas morales especiales y demandas morales especiales.


En este ensayo, deseo tratar de manera decisiva qué significa todo esto. Quiero expresar de manera más concreta que podría ser es "estándar moral más alto", y cuáles serían los motivos para "creer" en él. Si bien mi postura es una escéptica, creo que podremos justificar parcialmente las obligaciones militares especiales. Pero no creo que podamos justificar el concepto más común y sólido de "demandas especiales" en el carácter militar.


Un punto de partida


Hasta este punto nada parece ser controversial. La profesión de las armas, y la conducción de las operaciones militares, presentan problemas morales especiales y particularmente apremiantes. Cualquiera que adopte un punto de vista moral podrá notarlos inmediatamente. Hasta cierto punto, esto es verdad en cuanto a todas las profesiones. Las personas morales que además son médicos, abogados, negociantes, pertenecen al clero, o a cualquier otra profesión, enfrentan situaciones morales especiales que sencillamente no suceden muy a menudo dentro de otros contextos.


Por lo tanto, esta es una manera de analizar el tema de la ética militar. Supongamos que la organización y la aplicación de la fuerza militar a menudo son necesarias moralmente. También supongamos que hay algunas maneras de aplicar la fuerza que están moralmente fuera de los límites. El especialista en ética militar comienza desde estas suposiciones, analiza todas las situaciones especiales que atravesamos durante la vida militar e intenta descifrar la manera correcta de pensar acerca de ellas. Por ejemplo, en una operación militar, consideramos que es necesariamente moral hacer lo que sea para evitar lastimar a inocentes. O podríamos decidir que en vista de que tenemos una autoridad extraordinaria sobre nuestros subordinados, debemos hacer todo lo posible para velar por su bienestar cuando damos órdenes.


De manera importante, en vista de esta manera de analizar la ética militar, las directrices que los especialistas en ética militar respaldan aplicarían a cualquiera que se encontrase en una situación similar. Por supuesto, es mucho más probable que los profesionales militares, a diferencia de otras personas, se encuentren en esos tipos de situaciones. Pero el motivo por el cual a un profesional militar se le exige que haga esto o aquello no es por alguna obligación moral especial. Esto o aquello se le exigiría a cualquier persona moral en la misma situación. Es por ello que no hay motivo para pensar que un estándar moral "más alto" aplica al profesional militar. Además, todas las evaluaciones morales que el especialista en ética lleva a cabo dan por sentado adoptar un punto de vista moral en primer lugar. Esta manera de analizar la ética militar no le otorga al profesional militar un motivo especial para ser moral en lo absoluto, mucho menos un motivo para amoldarse a un estándar más alto.


Por lo tanto, para comenzar, si uno está comprometido con ser una persona moral (poniendo a un lado los desacuerdos que podamos tener sobre qué es ser moral), y si uno reflexiona en la naturaleza de la profesión militar, hay muchas reflexiones interesantes que hacer. De hecho, sobre este método, ese tipo de reflexión es el meollo de la ética militar. Pero lo que no creo que podemos obtener de esas consideraciones iniciales es un motivo especial para que un militar sea moral, o cualquier indicio que el profesional militar está sujeto a un estándar moral más alto que cualquier otra persona. Para encontrar un razonamiento que apoye a cualquiera de estas afirmaciones tenemos que ir más allá de nuestro punto de partida.


¿Qué queremos decirpor un estándar más alto?


Hay muchas maneras de sacarle provecho a la idea de un estándar "más alto". Primero, podríamos querer decir que hay obligaciones morales militares que otras personas sencillamente no tienen. Segundo, podríamos querer decir, en todo caso, que los militares tienen motivos especialmente buenos para limitarse estrictamente a los estándares que aplican a todos, inclusive a nosotros. Estos dos significados no son mutuamente exclusivos (por lo tanto podríamos querer decir algún tipo de combinación de ambos) ni han limitado las posibilidades (por lo tanto, puede que haya otros significados, los cuales no estoy tratando). Pero quiero analizar varias líneas de argumentos que podrían apoyar una o ambas de estas ideas.


Línea funcional


Hackett ha expresado que una persona mala "no puede ser … ni un buen soldado, ni marinero, ni piloto".1 Wakin y otros están de acuerdo con el aspecto principal de esta expresión.2 Esos filósofos basan su conclusión en un argumento que le llamaré la línea funcional. La idea es que hay ciertas demandas que se imponen en el carácter y el comportamiento de los profesionales militares que fluyen directamente de la función militar en sí. Por ejemplo, las unidades militares no pueden funcionar bien, particularmente en entornos de combate, si los miembros de la unidad no son escrupulosamente sinceros los unos con los otros. Además, los militares sencillamente no podrán hacer sus labores si no son, hasta cierto punto, abnegados. De lo contrario, no estarían dispuestos a soportar siquiera las privaciones comunes de la vida militar, mucho menos arriesgar sus vidas. Se pueden formular argumentos similares para las virtudes de valentía, obediencia, lealtad, rectitud, etc. Por lo tanto si uno piensa (por cualquiera que sea la razón) que es importante contar con unas fuerzas armadas que se desempeñen lo mejor que puedan, uno también está comprometido con apoyar esas virtudes y comportamientos en los profesionales militares.3


Por lo tanto, si todo esto es cierto, entonces hemos encontrado buenos motivos para pensar que los profesionales militares tienen tanto algunas obligaciones especiales que no comprometen a otros, como algunos motivos especiales para ser estrictos en hacer cumplir obligaciones generales que aplican a todos nosotros. Y creo que la idea principal está correcta. Pero creo que debemos tener cuidado de no concluir demasiado de la línea funcional. Todo este argumento nos lleva a los "estándares más altos" en el contexto militar. Los militares tienen que ser escrupulosamente sinceros los unos con los otros cuando hay un problema militar inminente. Tienen que ser abnegados cuando se trata de las demandas del trabajo militar. Tienen que ser valientes cuando hay que llevar a cabo alguna tarea militar.


Lo que la línea funcional no establece es que el profesional militar tiene que ser "bueno" por completo. El razonamiento permite que un soldado, que ni siquiera pensaría mentir en su unidad, le mienta a su esposa o en su declaración de impuestos. La función militar no empeoraría si un marinero siempre antepone las necesidades del servicio a las suyas, pero no hace contribuciones a organizaciones de caridad. Mientras que un piloto sea valiente en combate y al lidiar con sus colegas, puede que sea un cobarde cuando se trata de enfrentar a un ladrón, a su padre o su esposa. Además, sería obvio que la línea funcional no menciona nada acerca de una moral buena o mala que no tenga relación con la función militar.


Ahora bien, uno puede estar propenso a pensar de que lo que yo estoy imaginando no es posible. Una persona es o no sincera, valiente o abnegada, etc. Este tipo de funcionalista pensaría que las virtudes o los rasgos de carácter no son algo que podemos ejercer fácilmente dentro de un contexto y luego no ejercerlos en otro. Por ende, por motivos funcionalistas, el militar debe verse limitado por estándares más altos de sinceridad, abnegación, valentía, etc., dentro de todo contexto, de principio a fin.4 De lo contrario, esto invariablemente se infiltrará en su vida militar. Por lo tanto, cuando un profesional militar hace trampa, por ejemplo, en sus impuestos o le miente a un vendedor, yo tengo un motivo especial y basado funcionalmente para sentirme decepcionado.


No creo que esto funcione. Claramente, seres humanos perfectamente comunes son capaces de formar inclinaciones sumamente complicadas. Indudablemente, podemos esperar ver inclinaciones morales que son sensibles a los contextos y percatarnos de lo que podría estar en riesgo. Después de todo, absorbemos fácilmente los hábitos de etiqueta que nos prohíben o permiten hacer todo tipo de cosas dependiendo del contexto.5 Por lo tanto, no hay un motivo psicológico para pensar que no podemos formar inclinaciones morales complejas que dependan del contexto. Yo pienso que es obvio que tiene algún sentido que puede haber "honor entre los ladrones". Y la cruda realidad es que la historia está repleta de ejemplos de profesionales militares sumamente eficientes (que tienen que haber cumplido con el requisito de poseer cualidades morales bien fundadas funcionalmente) que fueron, en fin de cuentas, personas muy malas.


Podríamos intentar otro giro en cuanto a este método funcional. Si el profesional militar da la apariencia de ser moral totalmente, de alguna manera la imagen de "más moral" contribuiría a la eficiencia militar. Podría lograr que los militares fueran más eficientes para obtener dinero y apoyo de aquellos en el público que son propensos a la moral. Además, las tropas moralmente rectas serían más propensas a seguir a líderes militares que ellos piensan son excepcionalmente morales. Pero este argumento no nos lleva muy lejos. Primero, supongo que no estábamos buscando los motivos que los militares tienen para solamente verse bien, sino que estamos tratando de establecer que ellos tienen motivos especiales para ser personas morales. Para llegar a una conclusión más sólida empleando este argumento tendríamos que agregar una premisa adicional. Específicamente, tendríamos que decir que uno no puede aparentar ser bueno sin en realidad ser bueno. Y supongo que eso es falso. Además, si basamos las obligaciones especiales solamente en lo que se necesita para lograr el apoyo del público, o lo que se necesita parar lograr que las tropas sigan a sus líderes, terminaríamos diciendo que los militares tienen, en ciertas ocasiones, motivos apremiantes para ser especialmente malos. Esas son las psicologías de motivación de algunas tropas y algunos segmentos del público.


Por lo tanto, la línea funcional nos trae algunas obligaciones especiales, y algunos motivos especiales para ser morales, pero solamente en el contexto militar. El argumento no nos trae un caballero andante. De hecho, las cualidades morales para el profesional militar establecidas por la línea funcional son las que inclusive un nazi podría aprobar, e inclusive aprobaría.


Requerimientos únicos de la función


El próximo argumento se parece mucho a la línea funcional. Lo llamaré el argumento "basado en la función" para un estándar moral más alto. En cuanto a este punto de vista, no es solamente que la función militar, definida estrictamente como luchar y ganar, exige cosas especiales. Más bien, es también la función que uno desempeña en la estructura militar y en la sociedad en general la que lleva consigo requerimientos morales singulares. Podríamos pensar en ello como una segunda línea funcional, solamente que se emplea una noción más amplia de la función militar.


Tomemos las demandas de los oficiales de la policía como una ilustración de esta idea. Un oficial de la policía está obligado a hacer algo cuando hay un delito en progreso, mientras que no se espera que los ciudadanos corrientes ayuden. La obligación especial fluye inmediatamente del papel que el oficial de la policía está desempeñando. Se espera que un padre o una madre cuide de sus hijos de maneras que otros no están obligados moralmente a hacerlo. Las obligaciones están atadas a las funciones. Por lo tanto, si uno asume una función en la sociedad (en lugar de pretender que la asume) esto frecuentemente conlleva algún bagaje moral muy definido. Siempre que usted no sea un charlatán o un estafador, usted tiene algunas obligaciones morales porque implícitamente está de acuerdo con ellas.


Podríamos decir lo mismo del profesional militar. Si uno asume voluntariamente la función,6 entonces hay ciertos patrones de comportamiento y de carácter con los cuales uno está de acuerdo enseguida. Indudablemente, una obligación de cumplir a diario sincera y concienzudamente con las obligaciones militares forma parte del paquete. De ser necesario, hacer lo mejor que uno pueda en combate parece ser indiscutiblemente una obligación que es parte de la función. También debemos dar por sentado que los juramentos explícitos que exigen obedecer a los superiores y lealtad a la Constitución, etc., son parte del entendimiento del público en cuanto a las obligaciones basadas en las funciones del profesional militar. Cuando alguien asume la función militar, a menos que sea un impostor, enseguida asume algunas de las obligaciones morales especiales.


Por supuesto, uno se preguntaría por qué un profesional militar no debe ser un impostor. Eso es válido, y podríamos inventar algunos motivos especiales por los cuales los militares no tienen que ser impostores cuando se trata de su función. Pero estos son temas más profundos. Al momento me siento satisfecho de analizar qué tipo de obligaciones morales complejas basadas en la función podemos inferir de una obligación moral más sencilla como, por ejemplo, no ser un impostor.
Si asumimos la función tal cual existe en la sociedad, y la unimos con una prohibición de fraude, creo que podemos establecer lo que ya he mencionado. ¿Pero qué hemos aprendido de ello? Las obligaciones que he enumerado (cumplir con la obligación, luchar cuando sea necesario, obediencia a los superiores, lealtad, etc.) ni siquiera se aproximan a agotar las posibilidades morales. ¿Cuánto más exige esta función militar que no se les exige a todos los demás? En mi opinión, los límites de esta estrategia se asemejan mucho a los límites de la línea funcional: nos consigue algunas obligaciones morales, pero evidentemente no una obligación el ser totalmente buenos.


De hecho, hay dos inquietudes con respecto a seguir adelante con esto. Primero, podríamos preguntarnos si en nuestra cultura las expectativas basadas en la función para el profesional militar de hecho van más allá de las demandas indiscutibles que mencioné anteriormente. Si no van más allá, entonces no tendríamos una base dentro de esta estrategia basada en la función para invocar cualquier otro estándar "más alto". Sería como si le dijéramos a un médico que ella no puede engañar a su esposo porque ella es una profesional. No creo que esto tiene sentido. Por supuesto, una doctora tiene algunos motivos especiales para no mentirle a sus pacientes acerca de su condición médica precisamente porque ella está desempeñando el papel de doctora. Pero si está mal que ella engañe a su esposo, es porque la infidelidad sería indebida para cualquiera. Si no hay una expectativa ligada a la función, no hay una crítica basada en una expectativa.
Por lo tanto, ¿tiene la profesión militar expectativas morales ligadas a ella por su función en la sociedad, expectativas que deben llevar al profesional militar a ser bueno totalmente en virtud de su función? Para mí no es fácil responder está pregunta con certeza, pero creo que no. Cuando un militar desatiende a sus hijos, escribe cheques sin fondos, miente en sus impuestos, lo que sea, yo me opongo a ello tanto moral como legalmente. Pero pienso que las fuentes del criterio son estándares que yo le aplicaría a cualquiera, y ninguna persona militar me ha defraudado específicamente con respecto a su función.


Puede que esté equivocado con respecto a estas expectativas basadas en la función, lo que me lleva a mi segunda inquietud con respecto a llevar esta estrategia más allá. Si en realidad la cultura sí espera que el profesional militar sea más recto moralmente hablando que los demás en todas las maneras, y piensa que esto es intrínseco a la función, ¿debe ser esto parte de su expectativa? Creo que si algunas personas creen esto, su entendimiento de la función no está justificado. Aparte de fundamentar las expectativas en la función en sí, no se de una manera para justificar la sensatez de nuestras expectativas basadas en la función. Y ya hemos visto que la función militar, aún cuando es ampliamente entendida, solamente hace ciertas demandas limitadas en la esfera moral. Una demanda no fundamentada funcionalmente de que los profesionales militares son dechados de virtudes me parece poco razonable, y no debe influenciar como base para esta estrategia basada en la función.


Nosotros sufragamos sus salarios


Hasta el momento, tengo motivos especiales para que el profesional militar acate algunos estándares morales, pero no todos. Los argumentos con base en la función, relacionados y funcionales, nos permiten llegar solamente a conclusiones limitadas. Pero, ¿por qué dar por sentado que necesitamos un argumento de esta índole para apoyar las expectativas? Suponga (controversialmente) que el público sencillamente espera que los profesionales militares cumplan con un estándar moral más alto, y que esto no tiene nada que ver con su modo de pensar acerca de la función militar o su entendimiento de la misma. Ellos están sufragando los salarios de los militares, por lo tanto, si esto es lo que ellos desean, a pesar de que sea demasiado exigente y por el motivo que sea, así es como los militares deben comportarse. En vista de la expectativa brutal, el profesional estaría engañando al contribuyente si acepta el trabajo pretendiendo ser una persona moral, pero que en realidad no toma en serio el aspecto moral de su trabajo.
Hay algo muy mal en todo esto. Mencionaré, pero no analizaré, la hipocresía que existiría al adoptar este punto de vista. ¿Cómo podemos responsabilizar de manera consistente a un grupo que está en la nómina pública (los militares) por estándares morales más altos, no basados en la función, y no a todos los demás que están en la nómina pública (varios funcionarios públicos y políticos en casi todos los niveles)? También podríamos preguntarnos una vez más si es que el público en general tiene esa expectativa. De ninguna manera está claro de que hay una demanda brutal en nuestra cultura que los militares tienen que ser más morales que el resto de nosotros en contextos que no están fundamentados en la función.


Quizás lo peor de esta idea, en vista de que estipulamos que esta no era una expectativa razonable fundamentada en la función, es que estamos expuestos a una posibilidad alarmante. Aquí decimos que el único motivo que el militar tiene para estar obligado a algún estándar moral más alto es porque el público así lo desea. ¿Qué sería lo que evitaría que estuviesen obligados a patrones más bajos en el futuro? Si basamos incondicionalmente la obligación en el sentir general del público, la historia nos muestra que ese sentimiento puede cambiar, y no siempre para mejorar. Más tarde podríamos encontrarnos argumentando que el público quiere que se maten a los judíos, y si están sufragando los salarios de los militares, entonces los militares están obligados a hacerlo. No, si hay un estándar moral más alto que se basa en otra cosa más allá de la función, más vale que tengamos un buen motivo para pensar de esa manera. Y "sólo porque el público así lo desea" no es suficiente.


Imagen del grupo


Si bien yo no basaría mi caso en las expectativas generales del público para con los militares, la imagen pública de los militares no viene al caso moralmente. En calidad de comandante de sección en la Fuerza Aérea, a menudo tenía que corregir a personas que entregaban cheques sin fondos en los comercios fuera de la base. Además de los castigos pertinentes, siempre amonestaba a los infractores porque sus acciones tenían un mal efecto en la imagen de los militares con los comerciantes locales. En vista de que los militares son un grupo que se puede identificar rápidamente, muchos tipos de malas conductas por unos pocos pueden traerle consecuencias a muchos. Segmentos del público forman opiniones generales, por apresuradas que sean, acerca de cómo deben pensar acerca de todos los militares.


Tomemos el hecho de que es fácil identificar a alguien que es un militar. También admitamos la tendencia de muchas personas a formar generalizaciones basadas en poca evidencia. Si alguien se preocupara por como sus acciones van a impactar a otros miembros de su grupo, tendríamos otro motivo especial para que los militares sean morales.7 La mala conducta de una persona, o su falta de carácter, puede afectar a sus colegas profesionales.


Parece que hay algo de cierto en todo esto. Pero al igual que con otros argumentos, pienso que debemos ser sensibles a sus limitaciones. Primero, solamente insiste en una buena imagen y no en una bondad genuina. Además, aún si este argumento funciona, solamente establece estándares morales cuya infracción afecta a otros miembros del servicio a causa de la mala imagen resultante. Los estándares que cumplen con esa descripción incluirán mucho, pero una vez más, no todo incumbe la moralidad.


También debemos preguntarnos si el público debe formular generalizaciones rápidas acerca de todos los miembros de un grupo basándose en la mala conducta de unos pocos. Admito que este puede ser un factor sociológico brutal. Pero si decidimos que está mal que las personas hagan esto, pienso que esto debilita el argumento para contar con estándares más altos con base en la práctica.


Por último, debemos percatarnos que este es un argumento que aplicaría a cualquier grupo que se puede identificar rápidamente. Si este tipo de opinión está correcto, entonces los médicos, abogados, grupos raciales, mujeres, hombres y los miembros de cualquier grupo, tienen motivos especiales para no comportarse mal en público. Después de todo, el "problema con la imagen" también puede afectar a cualquiera de esos grupos. Es una idea que puede establecer algunas obligaciones, pero no es una justificación completa para un estándar moral "más alto".

Conclusión


No creo que haya una sola respuesta o una respuesta sencilla a la pregunta de si hay obligaciones militares "más altas", maneras especiales de ser, o motivos especiales para pensar así. Creo que una cantidad de consideraciones funcionales y basadas en la función triangulan en una cantidad relativamente pequeña de obligaciones militares especiales y de motivos especiales para acatarlas. Inclusive si exageramos lo que cuenta como relevante a las tareas militares a la extensión más amplia posible, yo diría que los estándares "más altos" que verdaderamente podríamos justificar no son tantos como los que se había pensado. Los profesionales militares tienen algunos estándares especiales y obligaciones que no comparten con otros, pero no son todo moralidad. Nosotros les exigimos mucho a los profesionales militares, inclusive en la esfera moral. No creo que podríamos pedirles, con justificación, que también sean santos.


No obstante, nada de lo que he argumentado nos aleja del punto de partida. Como mínimo, un profesional militar está obligado por los mismos estándares morales que los demás. La moralidad en general hace sus reclamos singulares e insistentes en cada uno de nosotros, sencillamente en virtud del hecho que somos seres humanos. Y en vista de las situaciones morales difíciles que a menudo se atraviesan en el ámbito militar, a todos los profesionales militares les conviene prestarle atención a esos estándares morales mínimos y, de hecho, no sucumbir ante la tentación de disminuirlos. Anscombe8 estuvo correcto cuando nos advirtió acerca de los peligros del "orgullo, la malicia y la crueldad" común y destacarnos cuán rápido la guerra se puede tornar en injusticia, cuán fácil la vida militar se puede convertir en una vida mala.


Quizás es aquí que podemos hacer una última revisión para comprender el sentido de un estándar "más alto" para el profesional militar. Cuando tomamos el punto de vista moral, reconocemos los peligros morales y las tentaciones del servicio militar y analizamos las cosas extraordinariamente malas que pueden suceder cuando un profesional militar baja la guardia, entonces tendríamos derecho a preocuparnos. Si para comenzar somos personas morales, veremos muchos motivos por los cuales estar preparados. Y si de eso es lo que se trata un estándar moral "más alto" para el profesional militar, todos, como seres morales, lo debemos aceptar y acatar.


Notas:


1. Sir John Winthrop Hackett, "The Military in the Service of the State", en War Morality, and the Military Profession, 2a Edición, editor. Malham M. Wakin (Boulder: Westview Press, 1986), 119.
2. Malham M. Wakin, "The Ethics of Leadership: I", y "The Ethics of Leadership: II" en War Morality, and the Military Profession, 191, 208, pássim.
3. Y unas fuerzas armadas que funcionen bien verdaderamente parece ser algo fácil de desear. El fracaso en el contexto militar probablemente traerá malas consecuencias, ya sea considerado moralmente o de otra manera. Cuando el militar viola las leyes morales fundamentadas funcionalmente, hay un potencial para el desastre que no observamos en muchas líneas de trabajo.
4. Podríamos llevar esto un poco más lejos y pensar que una persona es o no buena. En cuanto a esta visión más radical, que nos recuerda la unidad de las virtudes al estilo platónico, cualquier falla moral es motivo para sospechar que otras fallas morales ocurrirán. Por ejemplo, estaríamos comprometidos a pensar que no se puede confiar en un campo de batalla a una persona que miente en sus impuestos.
5. ¿En realidad necesito proporcionar un ejemplo? Eructar y los gases estomacales, entre otros, llenan los requisitos.
6. Puede que la voluntariedad no sea esencial. Pero el caso basado en la función para contar con obligaciones morales especiales me parece que es más fuerte cuando alguien acepta esa función de manera voluntaria. Si establecer una obligación especial no funciona, la estrategia de obligar a un conscripto no tendría caso.
7. Al igual que el caso con fraude en el argumento basado en la función, estamos dependiendo de derivar un conjunto complejo de obligaciones de uno sencillo y supuestamente no controversial (sin necesidad de hacerle daño a nuestros compañeros). Una vez más no es un argumento contundente, pero pienso que por lo menos cuenta como un motivo.
8. Elizabeth Anscombe, "War and Murder" en Wakin, War Morality, and the Military Profession, 286.

Declaración de responsabilidad:
Las ideas y opiniones expresadas en este artículo reflejan la opinión exclusiva del autor elaboradas y basadas en el ambiente académico de libertad de expresión de la Universidad del Aire. Por ningún motivo reflejan la posición oficial del Gobierno de los Estados Unidos de América o sus dependencias, el Departamento de Defensa, la Fuerza Aérea de los Estados Unidos o la Universidad del Aire. El contenido de este artículo ha sido revisado en cuanto a su seguridad y directriz y ha sido aprobado para la difusión pública según lo estipulado en la directiva AFI 35-101 de la Fuerza Aérea.

domingo, 9 de marzo de 2008

170 españoles hablan del Ejército



Título: 170 españoles opinan sobre sus militares
Autoría: Colectiva
Editorial:
Adalede (Asociación de Diplomados en Altos Estudios de la Defensa Nacional)
Páginas: 397


Javier Solana
Alto Representante de la UE


La transformación de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil en España en los últimos treinta años ha discurrido en paralelo, en amplitud y profundidad, con la experimentada por la sociedad española en su conjunto.
Desde un aislamiento secular, España se abrió al mundo exterior con decisión, con impulso renovador y un grado de preparación y competencia que pronto fue muy apreciado por nuestros socios. Los militares, hasta entonces, tan encerrados como la sociedad a la que sirven, experimentaron un proceso similar: su apertura al mundo les hizo comprender que la mejor manera de defender a España es a través de la seguridad compartida y la defensa colectiva, contribuyendo a crear un entorno internacional más estable y pacífico, tarea ésta a la que han dedicado sus mejores afanes.
He tenido el privilegio de vivir de cerca ese proceso, como miembro de Gobierno desde 1982 a 1995, luego como secretario general de la OTAN, y actualmente como Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad Común de la Unión Europea, y conozco bien el esfuerzo que España ha hecho para disponer de unas Fuerzas Armadas profesionales, bien dotadas, preparadas para cumplir con sus deberes constitucionales y siempre dispuestas a poner en práctica los compromisos y las decisiones del Gobierno de la nación.

Antonio Mª Rouco
Pte. Conferencia Episcopal

La solicitud pastoral de la Iglesia por los que ejercen la profesión militar ha sido constante a lo largo del tiempo. Da muestra de ello no sólo la atención pastoral ordinaria, sino también el establecimiento de unas modalidades propias que tienen en cuenta las características peculiares y el modo de vida de los ejércitos. La movilidad, a la que necesariamente están sujetos en razón de su profesión y de las misiones que deben realizar al servicio del bien común, impide que tengan una estrecha vinculación con sus parroquias y sus diócesis y, por tanto, ha exigido de la Iglesia una forma de asistencia religiosa que acompañe de modo permanente a los miembros de las Fuerzas Armadas allí donde estos se encuentren prestando su servicio, para fortalecer en la fe y en la esperanza a aquellos que creen en Cristo, y para ofrecer a todos la posibilidad de encontrarse con Aquel que, habiendo entregado su vida por nosotros y abriéndonos las puertas de la Vida, da un sentido nuevo y pleno a la entrega que cotidianamente se pide y se vive al servicio de los demás.
(...)
El Papa Juan Pablo II, citando un texto del Concilio Vaticano II, recordaba la naturaleza y la función de las Fuerzas Armadas, su razón de ser y el marco de referencia que debe guiar toda su actividad: «los que, destinados al servicio de la patria, se encuentran en el ejército, deben considerarse a sí mismos como servidores de la seguridad y de la libertad de los pueblos y, mientras desempeñan esta función, contribuyen al establecimiento de la paz».

José Bono
Ex ministro de Defensa


En la figura del que fuera primer ministro de Defensa de la democracia, el teniente general Gutiérrez Mellado, resistiendo la zafia corpulencia de un amotinado, se sintetizan las cualidades y valores que abrigan la inmensa mayoría de los soldados españoles.
En los Ejércitos de España, con los que he tenido el honor de trabajar más de dos años codo con codo, veo una extraordinaria combinación de argumentos democráticos: servicio a los ciudadanos, respeto inquebrantable a las instituciones y la Constitución, dedicación, profesionalidad, mantenimiento de las mejores tradiciones.
En los últimos 30 años estas cualidades se han asentado sólidamente. Disponemos de unos ejércitos al servicio de los ciudadanos y de la Democracia. Unas Fuerzas Armadas preparadas para las nuevas misiones vinculadas a la seguridad y bienestar de los españoles, unos soldados y marineros orgullosos de servir y, como profesionales, respaldados en su labor... y, en consecuencia, una sociedad agradecida, la española, que demanda lo mejor de ellos, pero al tiempo reconoce su dedicación, capacidad y esfuerzo.
En estos treinta años han cambiado los Ejércitos, como lo ha hecho España y el mundo. No sólo nos dotamos de un ordenamiento jurídico respetuoso con las libertades y derechos, de un Estado Social y Democrático de Derecho, de una Monarquía parlamentaria; los españoles nos alumbramos nuevamente al exterior, un entorno que tras nuestro ingreso en la Alianza Atlántica (1982) y la Comunidad Económica Europea (1986) se transformó por completo. Y con ellos nuestras Fuerzas Armadas.

Enrique de Ybarra Ybarra
Vicepresidente de Vocento


Desde la batalla de Salamina, que enfrentó a griegos y persas, hasta las contiendas de las dos guerras mundiales, la guerra en su sentido más dramático no vivió un apogeo como el de la batalla del golfo de Leyte. Fue en octubre de 1944 el mayor combate naval de la historia. Trescientas embarcaciones y 200.000 hombres se enfrentaron en un área de dimensiones tan colosales como el de las Islas Británicas.
(...)
Las terribles palabras de uno de los héroes de aquellas horas decisivas, el almirante William F. Halsey hijo -«no sé qué nos produce más placer, si ahogar a los japoneses o quemarlos»- nos resultarían hoy inaceptables en los principios de cualquier Ejército de una democracia. Cuando en 1935 Jean Giraudoux, con las heridas aún no cerradas de la Primera Guerra Mundial, escribe «La guerra de Troya no tendrá lugar» apela a un sentimiento que en el siglo XXI ha germinado con fuerza (...) Albert Camus, implicado en la lucha encubierta contra los nazis escribió de forma pedagógica en el diario Combat, después de la guerra, para combatir con la pluma la espiral de odio y violencia que reflejó de forma admirable en artículos como el de «Ni víctimas ni verdugos»
En el escenario formidable de la batalla del golfo de Leyte se enfrentaban junto a buques, cañones y hombres dos conceptos de guerreros. La identidad forjada por los gobiernos militaristas de Japón rendía culto a la muerte; la democracia estadounidense nunca lo hizo. El historiador Willmott reflejó ese choque de culturas señalando de forma acertada cómo el soldado de las canciones bélicas estadounidenses volvía a casa después de servir en el frente; el de las japonesas se despedía de su familia para ir a morir en el campo de batalla. Para el general Patton la labor de un soldado o un marino estadounidense no era morir por su patria, sino hacer que el enemigo muriera por la suya.
Definitivamente, la hoguera de la II Guerra Mundial se apagó el día en que cayó el Muro de Berlín contra el que Juan Pablo II clamó. Fue el comienzo del mayor proceso pacífico de reunificación pacífica en la historia de Europa desde el Atlántico a los Urales. Ni el genio político de Maquiavelo ni el militar de Napoleón hubieran imaginado que tal empresa hubiera podido realizarse sin acumular cuerpos de ejército para movilizarlos en vastas campañas militares.
¿Cuál es el papel hoy de las fuerzas armadas? ¿Dónde radican sus fortalezas? Excepto el caso de Turquía, el mayor ejército no profesional en su totalidad de la OTAN, las sociedades de la Alianza Atlántica, entre las que España ocupa posición de avanzada, han convertido sus Fuerzas Armadas en uno de los pilares de la sociedad civil. Los ejércitos asumen sus misiones precisas en casos de conflicto extremo pero su perfil más importante es el de sus labores en momentos de quiebra, fragilidad y pánico de la sociedad civil. La cara de las fuerzas armadas ya no es la de angustia heroica en días y noches de combate en el golfo de Leyte. Y tampoco su rostro es el de la guerra de Irak. Su nueva brújula busca el perfil de las labores intensas de reconstrucción de puentes en Afganistán, los hospitales de campaña ante lacras y epidemias, o el de las masivas intervenciones ante inundaciones y pavorosos incendios (...) En esas misiones de ayuda y solidaridad es donde cayeron en este siglo los nuevos héroes.

Miguel Blesa de la Parra
Presidente de Caja Madrid


Muchos han sido los cambios experimentados en la sociedad española en los últimos treinta años y muchas también las transformaciones que se han operado en las instituciones que conforman el cuerpo fundamental de la estructura del Estado. Desde el punto de vista formal, esas transformaciones han consistido en adaptar las estructuras particulares a la nueva y gran estructura del Estado democrático definido en nuestra Constitución, lo que ha requerido, además de una intensa actividad legislativa para crear nuevas instituciones o modificar las existentes, una continuada práctica que ha ido modelando el discurrir de las actividades de cada una de ellas.
Pero las grandes transformaciones exigen mucho más que cambios formales: reclaman genuina interiorización de esos cambios, asunción de elementos programáticos diferentes, asimilación de hábitos nuevos, reformulación de enfoques superados. Ese contenido inmaterial es el que requiere muchas veces de más tiempo y de más esfuerzo para lograr que arraiguen los cambios realmente trascendentales en una sociedad.
En ambos aspectos, el formal y el sustantivo, las Fuerzas Armadas de España se han transformado con pasos de gigante. En treinta años, un período de tiempo en términos históricos muy breve, el legislador ha desmantelado muchos de los esencialismos aparentemente inamovibles de las Fuerzas Armadas y éstas no sólo han aceptado todo el complejo legislativo sobrevenido, sino que han hecho suyos los cambios con honrada naturalidad.

Haití, mujeres militares


Haití: Militares y policías de la ONU al servicio de las mujeres

08 de Marzo de 2008, 10:17am

PUERTO PRINCIPE (AFP)


Más de 220 militares y policías mujeres que trabajan en la misión de paz de las Naciones Unidas en Haití luchan día a día contra la violencia contra la mujer en este país.
Desplegada en Haití desde hace cuatro años, la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah) cuenta con unos 10.000 cascos azules de más de 60 países bajo el mando de Brasil.


"El relacionamiento con las mujeres haitianas resulta más fácil para nosotras las militares mujeres que para nuestros colegas masculinos, porque nosotras también somos madres", sostuvo Katherine Miller, teniente coronel de la Fuerza Aérea estadounidense y la oficial de mayor rango sirviendo en la misión de la ONU.
Madre de un hijo de cinco años, esta mujer que representa a Estados Unidos en el Estado Mayor de la Minustah se considera más sensibilizada ante la "difícil situación de las mujeres haitianas, especialmente aquellas que padecen violencia doméstica".


"Aquí, como en todos lados, la violencia contra la mujer es un flagelo que toca todas las capas de la sociedad", subrayó la oficial con 15 años de servicio, y destinada por primera vez a una misión para mantener la paz.


"La población de Haití prefiere el trato brindado por las mujeres", afirmó en la misma línea una policía española.


"Con frecuencia, las mujeres de la misión de la ONU le regalan juguetes a los niños, vestimenta y hasta alimentos que compran con su propio dinero", confío un oficial de la misión.


Uruguay es el país que despliega el mayor contingente de mujeres militares en Haití, con 54 efectivos, seguido de Argentina con 22, informó la Minustah en el marco del Día Mundial de la Mujer.


Del lado de la policía, es Nigeria la que ha desplegado el contingente con más mujeres en sus filas, con 38 de ellas destinadas a la Unidad Policial Constituida (FPU).


La portavoz de la Minustah es también una ex oficial de la armada francesa, Sophie Boutaud de la Combe, que formó parte de las primeras mujeres militares en desembarcar en Haití.


En cuanto a los civiles; son 226 las haitianas y 222 las mujeres de otras nacionalidades que trabajan en la Minustah en coordinación con organizaciones femeninas de Haití.


En el marco del Día de la Mujer, la misión de la ONU impulsó una serie de debates en varias localidades haitianas que girarán en torno al tema "Invertir en la mujer y los hijos".